Devolver el favor (Hechos 2,42-47)

por | Abr 21, 2023 | Formación, Reflexiones, Thomas McKenna | 0 comentarios

En los Hechos de los Apóstoles hallamos un comportamiento que no se explica por sí mismo. Hay miembros de la comunidad que parecen ser ricos y tener propiedades. Pero en lugar de aferrarse a lo que poseen, lo regalan a otros que no tienen tanto y especialmente a los más necesitados. ¿Qué motiva ese tipo de intercambio, es decir, que una persona que posee regale sus posesiones a los que no tienen?

Hay muchas explicaciones posibles, desde tener remordimientos de conciencia hasta alimentar el deseo de ser admirado. Pero en estos cristianos de primera generación ocurre algo más, y encuentra su lógica en lo que les ha ocurrido recientemente. Dan a los demás porque saben lo mucho que ellos mismos han recibido. Su generosidad está alimentada por su conciencia de la generosidad desbordante que ya se les ha mostrado. O en el lenguaje de una frase actual, no están retribuyendo algo, sino que están «devolviendo el favor».

Es una frase que capta el significado más profundo de lo que se desarrolla en una escena evangélica anterior (Jn 20,19-31). Al anochecer del primer día de la semana, un grupo de personas ansiosas se reúne en una habitación cerrada. Aparece Jesús resucitado, se pone en medio de ellos y pronuncia estas palabras tranquilizadoras pero cargadas de fuerza: «La paz esté con vosotros».

Esta paz que Él ofrece es nada menos que la propia vida de Dios, ciertamente como llena a Jesús, pero también, a través de Su Espíritu, como fluye de Él y entra en las vidas de todos los que están en esa habitación. Lo que se ha dado (y dado gratuitamente) a aquellos discípulos asustados es la fuerza y la luz de la Presencia divina. Gracias a Jesús, a su sufrimiento, a su muerte y a su resurrección, han sido hechos hijos de Dios, y todo esto es un puro don. Como don, ha de ser entregado.

Años más tarde, la comunidad cristiana de los Hechos sigue el mismo espíritu. Su generosidad con los necesitados está impulsada por su conciencia de la generosidad que ya se ha derramado sobre ellos. En palabras de nuestra frase, no están pagando el regalo; están devolviendo el favor. Son generosos con los demás porque son conscientes de la generosidad que ya se ha derramado sobre ellos. Lo devuelven a los necesitados.

Su acción es una lección para todas las generaciones desde entonces, y sin duda una lección impresa en nuestra herencia familiar. Vicente aconseja: «Entreguémonos a menudo a Dios para obtener de su bondad la generosidad necesaria para promover su gloria». Damos no sólo porque es lo noble. Damos porque se nos ha dado y se nos está dando.

Es verdad durante toda la vida, pero se manifiesta especialmente en lo que hacemos cuando nos reunimos para la Eucaristía. En ella entramos de nuevo en la habitación superior, escuchando y sintiendo el poder tranquilizador de la presencia del Señor. Él nos da una vez más su paz especial, su vida nueva. Su Espíritu nos anima una y otra vez a «devolver el favor«, a dar de la abundancia de lo que ya se nos ha dado.

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