A lo largo de mi vida como escritor, siempre le he dado mucha importancia a los testimonios recibidos de muchas personas que se me han acercado, contándome parte de sus vidas, las cuales han sido verdaderos ejemplos que nuestra vida la rige Dios, y es a EL, a quien debemos encomendarnos cuando tenemos un problema por grave que sea, algunas veces buscando intercesores para nuestras suplicas al Señor; pero debemos recordar que solo Dios puede salvarnos, curarnos o sanar a un pariente u otra persona, material o espiritualmente, todos los santos e inclusive la Virgen Santísima, nuestra madre, no es más que intercesora ante su hijo, por nosotros.
Hace mucho tiempo se me acerco una amiga, la cual comenzó contándome que era una persona que siempre había gozado de muy buena salud. Ella era de Concepción, Chile y tenía una hermana que vivía en la capital, Santiago, el año anterior había ido a visitarla para pasar su cumpleaños con ella. Al primer día de estar en su casa, se le presentó una tos extraña, corta y seca. Al segundo día amaneció peor, comenzó a respirar cortito. Con esos problemas, la llevaron a emergencias, allí le dijeron que era motivo al smog de la ciudad y le recetaron un jarabe. Resultado que al otro día estaba peor. Por lo que decidió regresar a su casa en Concepción, allí de inmediato la llevaron al hospital, descubriendo que su pulmón izquierdo estaba lleno de liquido y el derecho estaba más arriba de la mitad, dejándola ingresada en la Unidad de Tratamientos Intensivos. Esto fue un día viernes, entre sábado y domingo, le empezaron a hacer todo tipo de exámenes para encontrar el antibiótico que atacara al virus. Ese lunes el médico principal llamó a mi familia para decirles que si no encontraban el antibiótico, no había nada más que hacer.
Ella recién se había consagrado a la Mater de Schoenstatt y comenzó una gran cadena de oración, junto a los feligreses de la parroquia, dónde ella colaboraba. Ella tenía un gran temor de que moriría en los próximos días, por lo cual hizo llamar a un sacerdote el cual le dio en la noche del lunes la unción de los enfermos. Al día siguiente, martes, el líquido había dejado de subir a dos centímetros de llenarle por completo el pulmón derecho. Allí comenzó una recuperación asombrosa, increíble para el médico. Después de un mes de hospitalización fui dada de alta. Claro que en ese momento quedo con controles, porque el pulmón izquierdo le quedo con cicatrices, pero continúo su vida totalmente normal. Con una gran espiritualidad me dijo: A mí me salvo Dios y las intersecciones de la Mater. Por ello me daba su testimonio para la gran gloria, de su buen padre Dios. Tengo entendido que aún hoy, vive en los Estados Unidos.
Esto no es un relato de un milagro; porque Dios nos hace milagros desde que anochece hasta que amanece, dándonos un día mas de vida, en este maravilloso lugar para nuestro disfrute, lo importante es tener fe que el está siempre a nuestro lado.
Víctor Martell
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