“Jesús le respondió: En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios.”
Hch 4, 23-32; Sal 2; Jn 3, 1-8.
“El Evangelio nos recuerda que aquel que está llamado a dar testimonio de la resurrección de Cristo debe, en primera persona, nacer de lo alto. De lo contrario, se termina como Nicodemo que, a pesar de ser un maestro en Israel, no entendía las palabras de Jesús cuando decía que para ver el reino de Dios hay que nacer de lo alto, nacer del agua y del Espíritu. Nicodemo no entendía la lógica de Dios, que es la lógica de la gracia, de la misericordia, por la cual el que se hace pequeño se vuelve grande, el que se hace último pasa a ser el primero, el que se reconoce enfermo se cura. Esto significa dejar realmente la primacía al Padre, a Jesús y al Espíritu Santo en nuestra vida. Atención: no se trata de convertirse en discípulos «poseídos», casi como si se fueran depositarios de un carisma extraordinario. No. Discípulos ordinarios, simples, humildes, equilibrados, pero capaces de dejarse regenerar constantemente por el Espíritu, dóciles a su fuerza, interiormente libres –sobre todo de sí mismos– porque les mueve el viento del Espíritu, que sopla donde quiere.” (Papa Francisco, 10 de abril de 2018).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Laica colaboradora de la Parroquia Medalla Milagrosa de Narvarte, ciudad de México
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