“Jesús les salió al encuentro y les dijo: ¡Alégrense! Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron”
Hch 2, 14. 22-33; Sal 15; Mt 28, 8-15.
Temor y alegría. ¡Vaya contradicción! ¿Puede acaso juntarse el temor con la alegría? Más aún, ¿puede un hecho ser al mismo tiempo causa de dos sentimientos antagónicos? Este es el escándalo de Cristo, el escándalo de Dios.
Las mujeres sienten temor y experimentan también una gran alegría; la esperanza que llevaban en su mente –como hijas del pueblo de Israel– y en su corazón –como seguidoras del Mesías–, ha sido colmada. En una palabra, su razón no entiende lo que su fe les anuncia.
Cristo sale al encuentro de las mujeres. Lo hace cuando están juntas, lo hace cuando están en camino. Así es como Él desea hacerse presente en nuestras vidas: estando junto con nuestros hermanos y estando en camino de misión.
Sí, no hemos de temer, pues la muerte ha sido vencida. Con la fuerza que nace de ese encuentro y con la mirada misericordiosa del Señor Resucitado, vayamos también nosotros a compartir su misión.
No olvidemos, ciertamente, ir en compañía de nuestros hermanos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Laica colaboradora de la Parroquia Medalla Milagrosa de Narvarte, ciudad de México
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