“Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume”
Is 42, 1-7; Sal 26; Jn 12, 1-11.
Poder donarse a los demás es un verdadero honor, pues Cristo siempre cumple la promesa que hizo a quienes siguieran sus enseñanzas: «Recibirán el ciento por uno en esta vida y la vida eterna en el cielo». Amar a Dios y a los demás nos exige un precio (entregar alguna comodidad, dejar que otro sea preferido a mí, ceder mi tiempo, etc.) pero a la vez nos otorga la felicidad más grande a la que podemos aspirar.
¡No tengamos miedo a ennoblecer nuestra vida con el perfume del amor!
Jesús, esta Semana Santa es una excelente oportunidad para dedicar más tiempo a fijarme en los demás, en lo que puedo hacer por ellos. Dame tu luz para emprender una labor de fermento en mi propia familia, en mi propio ambiente; para vivir un cristianismo más dinámico, más apasionado, que no mida el esfuerzo ni el sacrificio. Dame la generosidad de María, que supo escoger siempre la mejor parte.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Laica colaboradora de la Parroquia Medalla Milagrosa de Narvarte, ciudad de México
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