“El Señor es mi pastor, nada me faltará“
1 Sam 16, 1. 6-7. 10-13; Sal 22; Ef 5, 8-14; Jn 9, 1-41.
El ciego de nacimiento al que Jesús cura no sólo recibió la vista, sino la valentía para reconocer lo que el Señor había hecho por él. “Yo soy el hombre”. En esta historia completa, cuando los fariseos discuten sobre cómo Jesús es un pecador que rompe la Ley al sanar en día sábado, el ciego responde sin miedo: “Él es un profeta”.
Finalmente, cuando lo sacan del templo y Jesús sale a buscarlo, lo oímos decir: “Señor, yo creo”. Ahora ve también con los ojos de la fe. ¿Qué fue lo que vio? Sus ojos se abrieron a la luz de la fe, vio que Jesús era el Hijo del hombre.
¿Podemos pedir que se abran nuestros ojos para ver el rostro de Dios en cada persona con quien nos encontremos y en cada uno, amigo o enemigo, por quien oramos? ¿Cuál ha sido el costo de creer para mí? ¿He sido alguna vez ‘expulsado’ por lo que creo? ¿Considero alguna vez de qué manera soy ciego? ¿Y considero las maneras en que se me regala la ‘visión’?
Señor, que pueda ver todo y a todos como tú nos miras.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Adrián Acosta L., CM
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