“Señor, que no seamos sordos a tu voz“
Ex 17, 3-7; Sal 94; Rom 5, 1-2. 5-8; Jn 4, 5-42.
Cuando Jesús dice a la mujer samaritana, en el brocal del pozo de agua donde lo vemos en el evangelio de hoy: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber…” (“Si tú supieras”), le está revelando su deseo de conducirnos al Dios que todo lo sabe, como él mismo le demuestra que conoce su vida pasada. Su corazón abierto y generoso es el corazón de Dios, que nos invita a todos a descansar allá donde somos conocidos y amados, para encontrar una vida perdurable y un refresco duradero.
¡Si solo supieras el regalo de Dios! ¿Qué me está ofreciendo Dios en esta historia y en este momento de mi vida? ¿Tengo sed de vida, de Dios? ¿Soy una tierra reseca sin agua, como dice el Salmo?
¿He experimentado alguna vez ser alimentado con la palabra y el amor de Dios? ¿Puedo decir con los habitantes del pueblo de esta historia: “Creo porque lo he oído personalmente”?
¿Cuál es el agua de vida para mí? Hablemos con Jesús acerca de esta agua de vida.
Señor, que lleguemos a ser lo que Tú esperas de nosotros.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Adrián Acosta L., CM
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