Visiones de un futuro mejor de gloria

por | Mar 2, 2023 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús es el resucitado Hijo del Hombre.  Y lo es, pues, aunque Hijo de Dios, fue siervo y se sometió a la muerte de cruz.  Cumple él nuestras visiones de gloria.

No le gusta a Pedro lo que oye decir Jesús de sus visiones del mañana.  Le parecen bien horrendas.  Queda claro, por lo tanto, que sus visiones no coinciden con las de Jesús.  No importa que a éste lo haya confesado por el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Pero Jesús no abandona a Pedro a su falta de comprensión.  De hecho, lo toma consigo, junto con Santiago y Juan, para llevárselos aparte a un monte alto.  Y Santiago y Juan tienen esto en común con Pedro:  también abrigan ellos visiones que se manifestarán más tarde contrarias a las del Maestro.

No, Jesús no recluta «de la lista de los mejores».  Recluta, más bien, «a gente corriente».

Y delante del que no comprende, y de los hermanos que sueñan en ocupar los mejores asientos, se transfigura «el reclutador de Dios».  Ellos, que no son perfectos para nada, logran presenciar, sí, una manifestación de Dios en su gloria.  Esa teofanía es tan fascinante y tremenda como la que tuvo lugar en Sinaí.  Y no puede ser sino así.  Pues se les da conocer quién es el que cumple no solo la ley, sino también los profetas.

Visiones cristianas auténticas

Es Jesús, sí, el que cumple la ley y los profetas.  Hay que escucharle a él, por lo tanto, más que a Moisés y a Elías.  Ante el Verbo definitivo de Dios, los que muy poco valemos no podemos sino caer de bruces, llenos de espanto.

Pero él se nos acerca y nos toca.  Es que que quiere que nos levantemos y no temamos.  Nos hace ver que el Hijo amado que brilla como el sol es él.  Es igual que nosotros en todo, menos en el pecado.  Y así nos alienta, pues nos abre los ojos al futuro de gloria.  Con tal de que nuestras visiones coincidan con las del Siervo sufriente que da su vida.  Que entrega su cuerpo y derrama su sangre para rescatar a todos.  Con tal de que salgamos del terreno familiar y tomemos parte en los duras obras del Evangelio.

No importa, pues, que seamos débiles y dejemos mucho que desear al tratar de comprender y seguir a Jesús.  Lo que importa es que esperemos en la bondad y en los méritos infinitos de Cristo.  Pues el trono de su misericordia es la grandeza de las faltas que el soporta y perdona (véase SV.ES XI:64).

Señor Jesús, transfórmanos, haz que seamos nuevos, y danos mejores visiones, por la fuerza de tu pasión, muerte y resurrección. 

5 Marzo 2023
2º Domingo de Cuaresma (A)
Gén 12, 1-4a; 2 Tim 1, 8b-10; Mt 17, 1-9

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