“A un corazón contrito, Señor, no lo desprecias“
Jon 3,1-10; Sal 50; Lc 11, 29-32.
Jesús usa la popular historia de Jonás para insinuar su propia resurrección. Jonás es tragado por una ballena, pero a los tres días emerge en tierra firme. Así mismo, Jesús morirá y será elevado a la vida nuevamente al tercer día. Este será el mayor de todos los signos de que Dios está entre nosotros y actúa en Jesucristo. Las maravillas de Jesús harán que los corazones de los inflexibles se rindan en ese punto.
Señor, siempre estoy buscando signos que me convengan: Recobrar la salud, relaciones satisfactorias, alcanzar el bienestar y el éxito en todo lo que emprenda, haciendo mi vida a mi modo. En cambio, ayúdame a enfocarme en tus grandes signos, que están expresados en el Credo cristiano. ¿Qué signos, en el camino de mi vida me están dirigiendo hacia Jesús?
Señor, tu mano es más evidente en santidad que en signos extraordinarios. Abre mis ojos para descubrir tu presencia y tu acción maravillosa en mis hermanos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Adrián Acosta L., CM
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