Dificultades junto a un pozo (Juan 4,5-42)

por | Feb 26, 2023 | Formación, Reflexiones, Thomas McKenna | 0 comentarios

Algunos de los rasgos que se manifiestan en la mujer samaritana cuando interactúa con Jesús en el pozo, al mediodía, podrían pintarla como una mujer de corazón duro y difícil. Le espetó a Jesús: «Tú, judío, ¿me pides de beber a mí, samaritana?». Y luego su sarcasmo: «¿Te crees más grande que nuestro padre, Jacob, que nos dio este pozo en primer lugar? Ni siquiera tienes un cubo». Pero a medida que avanza la historia, no sólo se suaviza su actitud, sino que además nos da algunas lecciones útiles sobre cómo presentarnos ante el Señor en oración.

En primer lugar, persevera. En lugar de seguir resoplando y marcharse, supera sus vacilaciones y permanece en su sitio para escuchar lo que Él tiene que decirle.

En segundo lugar, no sólo se detiene, sino que empieza a reflexionar sobre sus inquietantes palabras, en particular sobre su intrigante descripción de esta nueva clase de agua.

En tercer lugar, lucha contra los sentimientos de vergüenza por sus numerosos fracasos matrimoniales y continúa escuchando. Los comentaristas nos dicen que la razón por la que acude al pozo a mediodía es para evitar a los vecinos chismosos que se reúnen allí a primera hora de la mañana.

Por último, está abierta al cambio. Asimila la lección de Jesús y pasa a la acción: deja caer el cubo, corre al pueblo y entusiasma a sus vecinos con las noticias que le ofrece el forastero del pozo y que le cambian la vida.

Como en nuestros días nos encontramos con Jesús en los diferentes pozos de nuestras vidas, observamos algunas lecciones útiles que nos ofrece la mujer para la oración.

Perseverancia: en los periodos de frialdad y desánimo, no hay que desanimarse, sino permanecer en nuestras conversaciones con Dios con la esperanza de que acabe amaneciendo.

Apertura de mente y amplitud de corazón: esforzarse por ser más receptivos a las palabras, acciones y actitudes de Jesús, por ejemplo, tal como se manifiestan en las Escrituras dominicales, en las enseñanzas de la Iglesia y en los ejemplos de fe de las personas que nos rodean. Esto es permitir que la presencia del Señor penetre, como el agua (Su agua que da vida) se filtra en una esponja.

Trabajar a pesar de la vergüenza: no dejar que el sentimiento de indignidad cierre nuestra comunicación con Jesús. Dios nos habla a través de nuestras luces y nuestras sombras, tanto en la gracia como en el pecado que recorre nuestras vidas.

Disposición al cambio: la samaritana lo dejó todo y tomó una nueva dirección. Su giro nos da una imagen de acción de la conversión, es decir, cuestionar las actitudes y comportamientos actuales y adoptar otros nuevos, impulsados por el Espíritu.

Por último, difundir la Noticia: dar a conocer a la gente no sólo nuestras convicciones de fe, sino incluso fragmentos de nuestras experiencias personales de oración. Esto es ser apóstol, enviado a proclamar la Buena Noticia que Jesús no sólo anuncia, sino que Él mismo es plenamente.

Lecciones que brotan del pozo del mediodía, de Jesús como fuente de vida y, de hecho, también de las aguas de nuestro propio bautismo. En el centro está la garantía que Jesús da a la dúctil mujer samaritana: «Yo soy, el que habla contigo«.

Lessons surging up from a noonday well, from Jesus as the font of life and indeed also from the waters of our own baptism. Central is the prayer-assurance Jesus gives that pliable Samaritan woman: «I am He, the one who is speaking to you now.»

* * *

Del mismo modo, Vicente escribe a uno de sus sacerdotes en apuros:

Le compadezco mucho por esas penas de espíritu que usted padece […]. Por eso, mi querido hermano, debe usted pedirle mucho a Dios que aleje de usted esa situación o que le conceda la gracia de aprovecharla debidamente. Su bondad hará sin duda una de esas dos cosas si, a pesar de todas esas sequedades, se mantiene usted fiel a sus ejercicios. Por lo demás, no se extrañe usted de verse en ese estado; es lo que les ha pasado también a muchos santos que han pasado por esa situación. Espero que pronto se cambie todo en fervor y en alegría de espíritu…
(SVP ES V, A un clérigo de la misión de Génova, 16 de junio de 1656, p. 600).

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