“¿Por qué pide una señal esta generación?”
Gén 4, 1-15.25; Sal 49; Mc 8, 11-13.
Jesús acaba de realizar varios milagros, como hemos venido leyendo (la hija de la mujer siro~fenicia, el sordo al que grita “Ábrete”, la multiplicación de los panes) y, aun así, los fariseos le piden una señal. No han sido capaces de ver, ni escuchar ni entender nada de lo que Jesús ha venido manifestando: una presencia portentosa del Altísimo que regenera la vida, que abre horizontes a la existencia de los hombres, que restablece las fuerzas a la multitud agobiada por el cansancio y la desesperanza. Ellos quieren ver portentos, extasiarse con una visión maravillosa que los convenza, sin lugar a dudas, de que Jesús actúa en nombre de Dios.
Es el precio que le han puesto a su fe y pretenden “vendérsela” a Jesús. “Si quieres que creamos en ti, deberás hacernos más milagros espectaculares”. No han entendido nada. Por eso Jesús los deja y se embarca a la otra orilla del lago.
¿Cómo ponerle un precio a mi creer, a mi confiar en Jesús? ¿Cómo pasarle una factura para que yo acepte su evangelio? ¡Si la fe es simplemente abrirse, sin condiciones, al misterio infinito de ternura y de dicha que Dios me ofrece en Jesucristo, su amado Hijo!
Señor, aumenta nuestra fe.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón, CM
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