”Este pueblo me honra con los labios“
Gén 1, 20-2, 4; Sal 8; Mc 7, 1-13.
En el evangelio de hoy Jesús inicia una polémica con algunos fariseos y doctores de la Ley que le reprochan que sus discípulos no cumplen con la tradición de purificarse las manos.
La respuesta de Jesús es fuerte y expresa, sobre todo, dolor y tristeza. Se refiere no solo al reclamo por no purificarse las manos, se dirige directamente al centro de la religiosidad de esos grupos. Les recuerda las palabras de Isaías: “Me honran con los labios, pero su corazón está lejos de mí”.
Su religiosidad es fría, parte del miedo al castigo de Dios, o al interés por el premio a quienes cumplan la ley. Le duele a Jesús tanta distorsión de la relación con Dios, que debería ser una relación cariñosa, enriquecedora y liberadora. Cumplen leyes, practican ritos, pero no aman a Dios. El Padre amoroso de Jesús es visto por ellos como un dictador implacable e intransigente.
Su religión, basada en el cumplimiento de cientos de prescripciones rituales, los ha convertido en esclavos, no en hijos amados y acompañados por un Dios que es Padre, que comprende, que perdona.
Aprendamos a vivamos la verdadera religión, que consiste en una relación amorosa con Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón, CM
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