“Le rogaban que se marchara de su comarca”
Hb 11, 32-40; Sal 30; Mc 5, 1-20.
El evangelio de hoy narra la liberación de un hombre que estaba perdido para su familia y amigos. Encadenado al mal y a la destrucción de sí mismo, generaba miedo entre su gente, que alguna vez quiso ayudarlo. Ya no contaban con él, no pensaban que en el futuro podría estar cuerdo y lúcido.
Un día pasó por ahí el Señor y lo encontró. El relato nos deja asomarnos a una imagen enternecedora: Dios sale a buscarnos, incluso a lugares de muerte. Es todo un contraste, el Señor de la vida frente a un hombre que vive en el cementerio. Al cabo de ese encuentro, el Señor lo libera del poder del mal y de la muerte. La noticia debió causar inmensa alegría, aquel hombre podía volver con los suyos, trabajar y ser alguien de provecho para su comunidad. Pero no fue así, en lugar de alegría sintieron miedo.
En otras palabras, no les pareció que fuera negocio salvar un ser humano a cambio de una piara de cerdos. Lo cual nos lleva a preguntarnos seriamente ¿qué estamos dispuestos a entregar por la liberación de un ser humano?, ¿con qué nos comprometemos para restar poder al mal, es decir, a la violencia, al narcotráfico, a la corrupción?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez M., CM
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