“¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe?”
Hb 11, 1-2.8-19; Sal Lc 1; Mc 4, 35-41.
Qué le respondemos al Señor, pues, igual que a sus discípulos, también, a nosotros nos atañe su reclamo. El miedo nos paraliza, obstruye el cauce de gracia que Dios nos ofrece. Si bien no se trata de ser temerario o hacer como si no pasara nada porque, si está pasando algo, es sano que lo hablemos.
Los últimos años han sido todo un reto para muchos de nosotros, nos debatimos entre preocupaciones económicas, de salud y de dolor ante la pérdida de familiares y amigos. La pandemia que sobrevino nos cambió la vida y a muchos nos endureció el corazón. Por otro lado, nos debatimos entre experiencias de crimen y violencia; asistimos a ríos de gente migrante que evidencia su situación precaria pero que nos recuerda la propia, la del país.
Seguramente cada uno de nosotros tiene motivos para tener miedo, pero debe haber uno, uno sólo que resista, que se le imponga; que le ordene a la tempestad por la que atravesamos: “Calla, enmudece”. Ello nos recordaría que el Señor va con nosotros en la barca. Y que llegaremos a buen puerto.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez M., CM
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