¿Cuál es la pandemia que ha matado a más personas en el mundo? Piensa un momento: ¿estás seguro de tener la respuesta correcta?
No, no es la Covid o algún tipo de enfermedad física. Hablamos de la depresión, ansiedad y tristeza, la pandemia de la salud mental es lo que más está afectando a la humanidad hoy en día.
Externamente la depresión puede manifestarse como sobrepeso, adicciones, divorcios, corrupción, apostasía, violencia, disforia de género, desempleo, infidelidad, suicidio y muchas otras situaciones que pueden estar sucediendo a nuestro alrededor.
¿Qué está pasando?
Yo creo que nos hemos olvidado de Dios, lo hemos encapsulado en pastillas para dormir y gotas para aliviar la ansiedad. Hemos reemplazado la oración por la terapia y los sacramentos por el yoga. Nos hemos creídos dueños de nuestro propio destino. Creo que nos hemos endiosado.
La visión vicentina de optar por los más necesitados, hoy más que nunca, cobra un poderoso significado al validar que la mayor necesidad latinoamericana es la sanidad espiritual. Nuestros pueblos antes carecían de oportunidades económicas para el progreso, pero contaban con un espíritu valiente arraigado en las promesas salvíficas.
Hoy las lágrimas siguen siendo de hambre, hambre de ser escuchados y amados, hambre de conectar con nuestro verdadero propósito. Hambre de Dios que intenta ser saciada, no por el pan vivo bajado del cielo, sino por piedras estériles pintadas de esperanza.
Nos reconocemos pobres porque se nos ha sido arrebatada la alegría del Evangelio y nos han querido vender máscaras en formas de filtro de Instagram para ocultar la más cruel verdad de nuestros tiempos: sin Dios no se puede ser feliz.
Para ser feliz hay que saber amar; para saber amar hay que darse por el todo; para darse por el todo debemos ir en busca de ayudar a nuestro prójimo, tan cercano como nuestros padres, esposa o hijos, tan distante como aquel que deambula en medio de las calles buscando algo de comer o algo para vestir.
Tú puedes lograr un pequeño cambio de alto impacto en el mundo, si luego de haber leído este articulo te atreves a desafiarte a ti mismo orando por la conversión de las almas.
Ave María purísima, sin pecado concebida.
Álvaro Vergara
La pandemia de la indiferencia ante el dolor del hermano caído en el camino que espera ser visto, tocado, mirado a los ojos y abrazado de ternura y misericordia porque su existencia ha perdido el sentido y no sabe cómo encontrar de nuevo el rumbo porque se ha quedado vacío de Dios, de amor, de perdón, de gratitud por el simple hecho de estar ahí haciendo camino.