“Si quieres puedes curarme”
Hb 3, 7-14; Sal 77; Mc 1, 40-45.
La frase que evoca el leproso que aparece en el evangelio puede servirnos para orar nuestra vida. Es la exclamación que suele guiar nuestra esperanza última hacia la salvación que procede de Dios.
No es que Dios no quiera, o que quiera poco. No es que Dios se complazca con nuestra enfermedad o sufrimiento. Pero hay que preguntarle para que él nos devuelva la pregunta. Ante el ruego del leproso, Jesús no duda ni un momento en contestar: “quiero, queda limpio”.
La vuelta de la pregunta podría ser: Yo quiero, ¿tú quieres?
Es probable que necesitemos elaborar nuestro dolor, elaborar nuestro deseo, estar conscientes de lo que estamos pidiendo, pues algo grande puede venir. Esto lleva tiempo, no es un momento de impulso y decisión, es la oportunidad para hallar salud. Algo como Jung lo pensaba: la enfermedad viene a curarnos.
Aquel hombre recibió lo que anhelaba y se puso en camino como le indicó el Señor. Andando pudo pensarse, pensar su vida, pensar lo que había recibido y no pudo guardarlo para sí, lo compartió con la mucha gente que encontró a su paso.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez M., CM
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