‘‘Había en la sinagoga un hombre con espíritu inmundo”
Heb 2, 5-12; Sal 8; Mc 1, 21-28.
Este pasaje del evangelio es necesario leerlo con calma para atender los detalles y mirar por ahí nuestra vida. Era un día sábado, así que el ambiente solemne y religioso se podía respirar por toda la comunidad. Era un día especial para orar a Dios, y bendecir su nombre. Dado que el Templo quedaba lejos, las comunidades solían tener una sinagoga para las reuniones y escuchar la proclamación de la Escritura. Luego el relato dice algo interesante y provocador: ahí, en medio de los que escuchaban la Palabra había un hombre con un espíritu inmundo. Parece que nadie se sorprende, quizá es porque no lo ven, no lo perciben. El relato es cuidadoso en decir que era “un hombre con” que no es igual que decir “poseído por”. Se parece más a que talvez el demonio no “posea” a una persona, pero ésta hace ciertos “tratos” o “negocios” con el mal. Sin problema podemos llevar una vida con muchos rasgos violentos, corruptos, opresores, injustos, y profesar una fe en Dios bueno y justo. ¿Quién denuncia esa complicidad? ¿Quién tiene autoridad para decirle al mal “cállate y sal de él/ella”? ¿Quién se hace discípulo del Señor para expulsar al mal de nuestra sociedad?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez M., CM
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