“…a ti, una espada te atravesará el alma”
1 Jn 2, 3-11; Sal 95; Lc 2, 22-35.
Seguimos en esta octava de Navidad y la liturgia nos ofrece hoy la presentación del niño Jesús en el templo. Simeón, después de proclamar toda clase de alabanzas al niño Jesús, le advierte a María sobre un gran dolor: “Una espada te atravesará el alma”.
¡Cuántos sentimientos habrá experimentado el corazón de María desde la anunciación del ángel Gabriel hasta Pentecostés! Algunos llenos de gozo, otros llenos de tristeza y angustia.
Y es que cualquier mujer que se dispone a cumplir con esta gran misión de ser madre, se dispone también, a partir de ese momento, a vivir con el corazón afuera, expuesto a toda clase de dolor. Es el precio de la naturaleza humana. Jesús siendo el hombre perfecto, provocó toda gama de sentimientos en el corazón de su madre. Con mayor razón nosotros, envueltos en debilidad, exponemos a nuestras madres al dolor y al sufrimiento. Este testimonio puede ser recogido de cualquier madre de nuestros tiempos.
Alguna vez escuché a un sacerdote decir: “El rostro más semejante al de Dios es el rostro amoroso de una madre”. Y estoy totalmente de acuerdo. Hagamos hoy un homenaje a aquella que por amor y con valor nos ha traído al mundo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Alonso Palafox Tejeda
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