De nuevo estamos en Navidad, por lo que una vez más todos estamos invitados a prepararnos para recibir al Señor en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestra labor, en nuestras agendas, en definitiva, en todo lo que supone vivir y existir. Por eso, queridos y queridas vicentinos y vicentinas, hermanos y hermanas, quiero invitaros a hacer de este tiempo, tan breve pero no por ello menos intenso, un tiempo de oportunidades para reunirnos como Familia Vicenciana y prepararnos para acoger al Niño Dios. Tómate tu tiempo para hacer tu novena de Navidad, tu círculo bíblico, rezar tu rosario, porque el tiempo de Dios ha llegado y Él quiere entrar en nuestro mundo y necesita un lugar donde vivir, un pesebre donde nacer. Seamos nosotros, tú, yo y los demás, los primeros en acogerle, porque Él «nos amó primero» y por amor envió a su Hijo para salvarnos.
Para hablar al corazón humano, Dios vino a este mundo como un niño, de risa fácil, de ternura amorosa, revestido de nuestras fragilidades humanas para que pudiéramos reconocernos en él, pues «es el Dios que faltaba, el niño eterno». Sin embargo, existe el peligro de celebrar esta verdad como si fuera mentira y de hacer del niño Jesús sólo un adorno de pesebre que adorna el salón y el decorado de la fiesta social, donde no están presentes los verdaderos y auténticos sentimientos navideños, porque este tipo de Navidad se ha convertido en la fiesta de la sociedad de consumo, del despilfarro; la fiesta de los regalos y de los adornos luminosos, de la paga extra, del vino espumoso de lujo y del panettone; la fiesta de un cristianismo dulce y cómodo, muy diferente del Jesús que presenta la espiritualidad vicenciana.
La Navidad es la celebración de la encarnación de Dios en Jesús, cuyo nombre significa «Dios salva», es decir, el Hijo eterno de Dios, hecho hombre, es el mensaje final de Dios a los hombres: es el que salva, el niño nacido por nosotros, Dios que viene a salvarnos; es lo divino que se hace humano para que lo humano se haga divino. Por eso, el nacimiento histórico de Jesús en Belén es el signo de nuestro misterioso nacimiento a la vida divina. El Hijo de Dios se hizo hombre para que los hombres y las mujeres pudieran convertirse en hijos de Dios. El tiempo de Navidad nos recuerda que el amor con que Dios Padre amó al mundo —y este amor fue tan grande como para enviarnos a su propio Hijo para salvarlo— se manifiesta y refleja en el amor que debe reinar en toda familia cristiana.
El año 2022 fue un año de reanudación de numerosas actividades para la Sociedad de San Vicente de Paúl: reuniones plenarias, encuentros regionales, peregrinación… y es importante celebrar este momento. Presentemos, pues, junto con nuestros sueños y familias, nuestras vidas y proyectos, a ejemplo de los Magos de Oriente, al Niño Jesús nuestros dones más humildes: la visita a los pobres, la alegría del encuentro en la conferencia que se ha vuelto a reunir, la creación de otra conferencia, la alegría de poder ofrecer una comida caliente al hermano que vive en la calle y que es más pobre que nosotros, el baño solidario, el abrazo cálido, la alegría de servir… cuando todo esto ocurra tendremos la certeza de que es Navidad y de que Dios está en medio de nosotros, como uno de nosotros, ¡porque es el Dios con nosotros! Si tú, hermano mío, todavía no sabes cómo celebrar la Navidad, hazlo del lado de los más pobres y humildes, porque fue a ellos a quienes primero brilló la estrella y por eso fueron los primeros en acoger a Dios en sus vidas. San Agustín nos ayuda a comprender esta hermosa y encantadora verdad: «Despierta, oh hombre: por ti Dios se hizo hombre. Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo brillará sobre ti (Ef 5,14). Por tu bien, repito, Dios se hizo hombre. Estarías muerto para siempre si él no hubiera nacido a tiempo. Nunca te librarías de la carne del pecado, si él no hubiera asumido una carne como la del pecado. Estarías condenado a la miseria eterna si no fuera por su misericordia. No habrías vuelto a la vida, si él no hubiera venido al encuentro de tu muerte. Habríais perecido si él no hubiera venido a salvaros».
Dicho esto, invito a todos a alabar al Señor durante el tiempo de Navidad en vuestra conferencia o comunidad, repitiendo con la Iglesia este hermoso himno de la tradición cristiana (Himno de Vísperas y Laudes de la Natividad del Señor – Liturgia de las Horas):
Recuerda, autor de la vida
nacido de María
que nuestra forma humana
has tomado en este día.
Feliz autor de este mundo
tomaste un cuerpo mortal.
Asumiendo nuestra carne
liberaste la carne del mal.
El vientre casto de la Virgen
se convierte en el templo de Dios.
Ella engendró sin hombre un Hijo,
el Autor de la tierra y de los cielos.
La gloria de este día
atestigua un hecho nuevo, que tú, del Padre descendiendo
salvaste a tu pueblo.
Y nosotros, por tu sangre,
redimidos como pueblo,
te celebrarmos hoy,
cantando un canto nuevo.
¡Feliz y bendita Navidad a todos!
Por: Padre Emanoel Bedê
Fuente: https://ssvpbrasil.org.br/
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