Que esta Navidad convierta cada deseo en una realidad, cada dolor encuentre un abrazo amigo, que en cada lágrima exista una mano que la acaricie, que los pensamientos por los seres ausentes sean de gratitud y esperanza, que nuestro planeta se llene de solidaridad para el que tiene hambre y frío, de salud para el enfermo, de un techo para el que no tiene hogar; para que así las únicas luces en el cielo sean el sol, la luna y las estrellas y no las luces ni estruendos de las guerras.

Que nuestro planeta sea verde por la esperanza y las plantas, que el agua abunde en cada espacio de la tierra y que los suelos sean fértiles para los cultivos, que el trabajo sea digno y de provecho para los pobres.

Que las mentes brillantes de los científicos hagan desaparecer tanta enfermedad de la tierra, que los políticos piensen y hagan que el bien común sea el diario vivir para cada habitante de la tierra que Dios nos ha donado, y que tú y yo, queridos vicentinos, llevemos como estandarte  en cada rincón del mundo y en cada momento de nuestras vidas el legado maravilloso de San Vicente de Paúl, de hombres y mujeres comunes como nosotros: los santos y beatos vicentinos que creyeron, lucharon y se despojaron de la avaricia, del protagonismo, de la mezquindad, de la ingratitud, y en cambio con sus posibilidades materiales, con la creatividad y los dones, procuraron obras que satisficieron  las necesidades de los pobres, que sus manos dieron lo poco o lo mucho que tuvieron, que nos dejaron un manual de vida, escrito con palabras y acciones llenas de amor y de respaldo y acompañamiento con los pobres.

Que nuestro compromiso, sueños y deseos sean de continuar con esa misión incondicional del carisma, que esas imágenes de madera, mármol y bronce de los santos y beatos vicentinos no sean solamente íconos que nos recuerden sus obras de amor y entrega, si no que,  sobre todo, el valor de las mismas hagan contrapeso en nuestros corazones y que esas punzadas nos recuerden a diario que hemos hecho una alianza de fidelidad, de perseverancia, de amistad fraterna y reconciliadora entre todos los que nos ufanamos de construir y expender las redes de caridad por el mundo.

Queridos vicentinos: que la alegría del nacimiento del niño Jesús sea por siempre, aún en las más duras pruebas, y que en la ternura de su rostro angelical podamos identificar a los niñitos de la calle, de los orfanatorios, de los hospitales a niñitos que desean ser amados y mimados.

Que el amor de José y María hacia su esperado hijo sirva de ejemplo para las madres solteras, los matrimonios, para las familias que, a pesar de los obstáculos y la pobreza, siguieron juntos porque encontraron un lugar humilde en donde naciera nuestro Salvador. Así mismo, que este momento vivido por sus padres nos haga reflexionar y actuar con solidaridad con los inmigrantes que buscan nuevos horizontes en donde puedan vivir con paz y dignidad.

Que no dejemos atrás a los Reyes de Oriente que por su sabiduría nos recuerdan a nuestros abuelos que se desvivieron por sus hijos y que ahora, aún en sus limitaciones físicas, nos dan su cariño inmenso que con sus manitas tiernas, temblorosas y arrugadas nos abrazan, que con miradas tiernas en sus ojitos desgastados por el tiempo nos ven con sincero amor y en esos abrazos parpadeantes con sus brazos cansados y lentos nos demuestran lo que es el verdadero amor. Por favor no los olvidemos: bailemos, abrasémoslos, cantemos con ellos y devolvamos con mimos y caricias el legado de vida que nos prodigaron.

¡Feliz Navidad y un 2023 de dicha, salud y solidaridad!

Que-riendo ser una auténtica vicentina

Rosa María Araujo.
MISEVI-SSVP, El Salvador.

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