“Señor Jesús recibe mi Espíritu”
Hech 6, 8-10; 7, 54-60; Sal 30; Mt 10, 17-22.
¡Qué contraste tan fuerte! De la fiesta por el nacimiento de Jesús, la liturgia hoy nos presenta la muerte de Esteban, diácono y primer mártir de la iglesia. De la noche de paz en el establo de Belén, pasamos a la sangre derramada de un hombre que se supo mantener firme en su fe.
Y es que la Navidad no solo es un pesebre adornado muy bonito o una cena sabrosa que disfrutamos en familia o un regalo costoso; la Navidad es, sobre todo, un fuerte compromiso. Hoy el Emmanuel que ayer recibimos nos llama a ser servidores y testigos como Esteban.
No es una utopía, a Jesús le han seguido en el sacrificio Esteban y después una larga lista de hombres y mujeres que, hasta hoy, han decidido ser testigos y mártires de Cristo. No hay engaño, el Señor Jesús lo advierte con claridad en el evangelio de hoy: “A ustedes los arrastrarán ante los tribunales y los azotarán en las sinagogas».
Eso sí, sin preocuparnos por lo que habremos de decir; el Señor nos promete la asistencia del mismísimo Espíritu, y nos dice también cuál será la recompensa: “el que se mantenga firme hasta el fin, ese se salvará” ¿Queremos más?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Alonso Palafox Tejeda
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