“Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre…”
Is 9, 1-6; Sal 95; Tit 2, 11-14; Lc 2, 1-14 (misa de la noche).
Ayer la liturgia nos presentó el nacimiento de Juan el Bautista y hoy nos presenta, en un bello mosaico nocturno, el nacimiento de Jesús. Sí, ¡es Noche Buena! ¡Hoy en la tierra nace el Amor! Y de la forma más humilde y sencilla; el Emmanuel se manifiesta al mundo sin que el mundo lo sepa. Su madre lo envuelve en pañales y lo acuesta en un pesebre; sin más compañía que la de un buey y un burro que, acaso, le dan calor con su aliento y que nos hacen recordar al profeta Isaías: «El buey conoce a su dueño y el burro el pesebre de su señor; pero Israel no me conoce, mi pueblo no comprende” (Is 1, 3). Y ésta es la señal que el ángel del Señor les da a los pastores para reconocer al niño Dios.
Querida familia, no es posible que un buey y un burro o un grupo de humildes pastores tengan más talento que nosotros (con toda nuestro conocimiento y tecnología) para reconocer al Verbo que se ha hecho carne y correr en su busca.
Hoy se sigue manifestando de mil maneras y no vamos donde Él. No lo busques en la fiesta o en lo suculento de la cena de esta noche o en un regalo costoso, Él te espera en la intimidad del sagrario en la iglesia y en el sagrario que son tus hermanos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Alonso Palafox Tejeda
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