“Habrá gran alegría en el cielo”
Is 40, 1-11; Sal 95; Mt 18, 12-14.
Continuando esta preparación hacia la Navidad encontramos el relato de la oveja perdida y del pastor que va en su búsqueda; una realidad que desafortunadamente es poco común en nuestros días, pues cuando vemos que alguien se ha equivocado, un miembro de la familia o de la comunidad, somos rápidos para juzgar, a veces de manera muy dura (“se lo merecía”) pero no tenemos ese corazón de Jesús para abandonar todo e ir en busca del hermano que se ha extraviado.
Veamos la actitud del pastor: En realidad él no es culpable de que la oveja se le haya escapado, pero si es responsable de la manera en que reacciona: Deja las 99 en el cerro, es decir, tuvo que “descender” para buscar a la extraviada, tuvo que recorrer el camino de la descarriada, no para tomar venganza ni para recriminarle nada, sino para recuperarla (que no se pierda ni uno).
Y esta es la razón por la cual Jesús ha descendido a la tierra, para rescatarnos a nosotros, extraviados; sin mancharse con el pecado, pero caminando por el mismo camino por el cual caminamos.
Pidamos a Jesús un corazón semejante al suyo que nos haga capaces de ir en busca de nuestros hermanos perdidos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Alonso Palafox Tejeda
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