“Levanten la cabeza, porque ha llegado el día de la liberación”
Apoc 18, 1-2. 21-23;19, 1-3. 9; Sal 99; Lc 21, 20-28.
Cuando hemos hecho algo malo, que nos ha llevado a romper con los demás, si tenemos una conciencia recta nos sentimos “de la patada”, no podemos ver a los demás a la cara pensando que se darán cuenta de nuestra falta.
Para mantener o recuperar la dignidad de hijos de Dios, primero debemos sanar nuestro espíritu para poder vivir con la frente en alto, sintiéndonos libres y confiando en la presencia de Dios en nuestra vida.
Pero, ¿cómo hacerlo? San Pablo nos ha enseñado que debemos “crucificar” todo lo malo, para “resucitar” con Cristo y poder vivir como personas nuevas. Jesucristo, por su parte, nos dijo que es necesario “volver a nacer”, para ser una nueva creatura, hecha ya por el Espíritu de Dios y no por voluntad humana.
Cuando tenemos una construcción ya hecha, va a ser más difícil remodelarla que derrumbarla toda e iniciar todo el proyecto desde cero. De igual forma debemos abandonar las vivencias y creencias que llamamos prejuicios, propias de nuestra vida vieja, para adoptar las nuevas ideas que nos propone Jesús en el Evangelio. Solo entonces seremos libres y podremos vivir con la frente en alto.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Alfredo García Rendón
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