“Serán odiados por causa de mi nombre”
Apoc 15, 1-4; Sal 97; Lc 21, 12-19.
Jesús nunca engañó a sus discípulos, nunca les dijo que seguirlo a él iba a ser cosa fácil. Cualquiera pensaría que predicar el amor y el perdón debería ser no solo una cosa fácil, sino bien recibida; pero en la realidad, vemos que la cosa no es así, pues al predicar lo que Cristo nos ha enseñado vamos haciendo notorias las injusticias, y eso no puede gustar a los que se están beneficiando de ellas.
Por ejemplo, en alguna dependencia donde impera la corrupción, el que de repente alguien diga que eso no está bien, que el servicio que se presta ya está pagado con el salario que se recibe y que la gente no debe pagar más, será mal visto porque se dejaría de percibir un “ingreso extra”; lo mismo puede pasar en una familia en la que se esté cometiendo alguna infidelidad, cuando alguien la hace notar, el infiel, en vez de arrepentirse y cambiar, puede agredir a aquel que lo ha descubierto.
Sin embargo, es deber de todo cristiano denunciar la injusticia y la mentira, sabiendo que eso no le agradará al mundo, pero con la certeza de que está cumpliendo con la voluntad de Dios y que tal vez, por su denuncia, las personas se transformen y cambien.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Alfredo García Rendón
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