“Los que sean dignos de la vida futura serán como ángeles”
2 Mac 7, 9-14; Sal 16; 2 Tes 2, 16-3, 5; Lc 20, 27-38.
En la antigüedad algunos (como los saduceos) pensaban que la forma de “seguir viviendo” después de la muerte era a través de los hijos y de los hijos de éstos, por ello era tan importante tener descendencia, al grado que, si alguno moría sin hijos, era deber de su hermano tomar por esposa a su cuñada viuda, para que los hijos que nacieran de esta relación fueran considerados del hermano muerto; con ello le asegurarían “la vida en este mundo”.
Otros (los fariseos), al igual que Jesús, proclamaban que sí habría resurrección, y por esta razón los saduceos quisieron poner a prueba a nuestro Señor, quien aprovechó la oportunidad para explicar que la resurrección no sería una continuación de la vida tal como la conocemos hoy, que la resurrección será una vida en la que las relaciones de afecto que hoy conocemos (esposos, padres, hijos, amigos) ya no existirán, pues viviremos en la comunión plena con Dios, como los ángeles. Pero aclara algo sumamente importante: que no todos serán dignos de vivirla a plenitud. Que el Espíritu Santo nos inspire a vivir de tal manera, que podamos gozar de la plenitud de la resurrección.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Alfredo García Rendón
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