“Este recibe a pecadores y come con ellos.”
Flp 3, 3-8; Sal 104; Lc 15, 1-10.
Jesús responde a la gente “de bien” (que no se acerca a los pecadores) que el estilo de Dios es exactamente lo contrario a lo que ellos hacen: Él busca al que se aleja. Pero en las parábolas que hoy escuchamos, el Señor no está eximiendo al pastor y a la mujer de la responsabilidad de haber perdido algo: una oveja –el primero– y una moneda –la segunda–. ¿Qué dejaron de hacer?, ¿en qué se descuidaron?
La pregunta para nosotros es: ¿Cómo estamos cuidando los tesoros que Dios ha puesto bajo nuestro cuidado?: hijos, alumnos, vecinos, compañeros de trabajo… Si vemos que se van alejando del camino de Dios, ¿vamos por ellos para regresarlos a la vida de fe? Si vemos que se están perdiendo, ¿los buscamos hasta encontrarlos para traerlos de regreso al seno de la Iglesia? Para Dios cada persona es muy valiosa, no quiere que nadie se pierda, por eso mandó a su Hijo al mundo. Jesús vino por cada uno de nosotros para llevarnos de regreso al redil del Padre; dio su vida para salvarnos del pecado, ¿y nosotros qué hacemos? ¿criticamos a los que buscan a los pecadores para salvarlos diciendo: ¡mira come con pecadores y publicanos!?, ¿o les ayudamos a salvarlos?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Alfredo García Rendón
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