“Si no se convierten, acabarán de la misma manera”
Ef 4, 7.11-16; Sal 121; Lc 13, 1-9.
¿Hemos criticado banalmente y juzgado falsamente a los demás?, ¿hemos justificado nuestras acciones bajo el pretexto de que otros son más pecadores o más culpables que nosotros?
Un cristiano no puede permitirse el lujo de solo ver la paja en el ojo ajeno y dejar de ver la viga que lleva en el suyo (Cfr. Mt 7, 3-4).
¡Qué fácil es ver y hablar de los pecados de los otros! Lo difícil es reconocer los propios pecados, y más aún, acercarse el sacramento de la reconciliación para pedir y acoger el perdón.
Cuando sucede algún problema, una de nuestras primeras reacciones es buscar culpables, y lo que es peor, como dice el dicho: “no buscamos quien nos la hizo, sino quién nos la pague”.
Jesús nos hace un fuerte cuestionamiento, una advertencia que nos invita a pensar en lo que hacemos y en lo que decimos. También nos exhorta a andar el camino de la conversión para que demos frutos buenos, frutos de caridad. Para comenzar este camino es necesario dejar de criticar y omitir los juicios injustos e innecesarios.
Hoy y cada día… convirtámonos y demos frutos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Pedro Alejandro Salazar Aranda
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