“Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciendo su trabajo”
Ef 3, 2-12; Is 12; Lc 12, 39-48.
¿Cuáles son nuestras responsabilidades ante Dios y ante nuestros hermanos?, ¿las cumplimos en todo momento o sólo cuando nos sentimos observados?
Jesús nos invita a una congruencia de vida, sin doblez, ni hipocresía, ni vana postergación. Un ejemplo de esta congruencia lo encontramos en Santo Domingo Savio, a quien Don Bosco, mientras jugaba, le preguntó qué haría si en ese momento llegara el fin del mundo. Domingo Savio le contestó: “Seguiría jugando”. Cuando estamos haciendo lo que debemos hacer, no tenemos que temer que se descubra nuestra irresponsabilidad. Quien recibe la confianza de ser siervo es porque vive en convicción de fe, de manera fiel y prudente. No esperemos más, hagamos lo que nos corresponde, amemos lo que Dios nos ha encomendado amar: familia, trabajo, amistades, los pobres. Que cuando llegue Jesús nos encuentre amando.
Hoy y cada día… seamos siervos de la caridad, responsables y congruentes, en las pequeñas y en las grandes obras, desde la mañana hasta la noche, estando solos o acompañados.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Pedro Alejandro Salazar Aranda
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