“Las riquezas no garantizan la vida”
Ef 2, 1-10; Sal 99; Lc 12, 13-21.
¿Cuáles son las cosas materiales por las que hemos gastado nuestra vida?, ¿han valido la pena?, ¿la acumulación de riquezas nos ha asegurado más vida o más bien nos la ha arrebatado?
Habrá que hacer una reflexión personal acerca de si nuestras planeaciones han estado en función de acumular riquezas a costa de la vida, o en tener lo necesario para vivir cada día en plenitud.
Ciertamente, Jesús nos exhorta a enriquecernos con una riqueza “a los ojos de Dios”. Y nos alerta para no aferrarnos a esas posesiones que apagan nuestras posibilidades de vivir alegres y dichosos.
Las riquezas, a la luz de Dios, son para compartirse y no para guardarse egoístamente. Los tesoros de Dios no consisten en deseos impetuosos de poseer muchas cosas, sino en la identificación agradecida de las grandes bendiciones de Dios, sobre todo a través de los simples y pequeños detalles de la vida.
Hoy y cada día… seamos personas sensatas, que no se llenen de codicia, sino que se dispongan para dar vida de manera espléndida.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Pedro Alejandro Salazar Aranda
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