“Señor, enséñanos a orar”
Gál 2, 1-2.7-14; Sal 116; Lc 11, 1-4.
¿Cuántas veces hemos rezado el Padre Nuestro?, ¿y cuántas de esas veces lo hemos hecho con plena atención y en profunda oración?
La oración es “un diálogo de amistad, con quien sabemos que nos ama”, decía Sta. Teresa de Jesús y el Padre Nuestro es una oportunidad para el diálogo, en donde no se trata solo de hablar, sino también de escuchar y de sentirse escuchados.
El Padre Nuestro fortalece una relación de amistad, pues se habla con familiaridad y con toda la confianza. Con los amigos podemos pasar las horas conversando; entonces, ¿por qué pretender proclamar el Padre Nuestro “a la carrera”, de prisa?
El Padre Nuestro es un recordatorio de que somos amados. ¡Qué gran dicha saberse amados!
El Padre Nuestro no es un rezo para repetir de labios hacia afuera, sino una oración para proclamar desde la intimidad del corazón. No es una serie de sonidos a recitar, sino un camino de encuentro con quien sabemos que nos ama. No es un discurso, sino una relación de amor. No son palabras pasivas, sino un gran impulso para la vivencia del amor.
Hoy y cada día… oremos como Jesús nos enseñó.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Pedro Alejandro Salazar Aranda
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