La gran novedad de «Laudato Si» es la ecología integral, la idea de que todo está interconectado y de que cuidar de la Creación sólo puede implicar cuidar también de los demás, especialmente de los más pobres.
El grupo Laudato Si de la Parroquia de Cascais fue creado en noviembre, durante la Jornada Mundial de los Pobres. No se trató de una creación formal, pues ya se había hablado de la voluntad de ponerlo en marcha, sino del anuncio a la comunidad, con el objetivo de movilizar y sumar algunas personas más a las que ya se habían reunido con el deseo de profundizar en la encíclica Laudato Si. La elección del día no fue casual y refleja parte del camino que ya están siguiendo algunas personas que forman el grupo inicial de LS y que pertenecen a otro grupo de la parroquia: Amigos a mano.
Amigos a mano presta ayuda a personas en situación de fragilidad y pobreza en el municipio de Cascais. Lo hacen colaborando con las instituciones sociales y movilizando las fuerzas de la parroquia y otras redes de personas que quieren ayudar a los necesitados. En este texto, es importante explicar esto, ya que fue en el contexto de Amigos a mano donde surgió este deseo de vincular las cuestiones de medio ambiente y sostenibilidad con esta preocupación por los más frágiles.
La gran novedad de Laudato Si’ es la ecología integral, esa idea de que todo está interconectado y de que el cuidado de la Creación sólo puede implicar también el cuidado de los demás, especialmente de los más pobres. Pero si para el grupo inicial esto ya estaba de alguna manera claro, sentimos que debíamos profundizar en este camino. Éramos conscientes de que esta conexión es profunda y estructural en nuestras vidas y que necesitábamos arraigar nuestro conocimiento y nuestro corazón firmemente en esta verdad que el papa Francisco nos había dado a conocer.
Así que, aunque inicialmente queríamos organizar iniciativas y encuentros que profundizaran en temas medioambientales, llegamos a la conclusión de que, antes de sensibilizar a la parroquia, debíamos hacer nuestro propio camino. Sentimos que debíamos reunir a más personas y crear una comunidad, rezar juntos, pensar juntos y emprender la transformación de nuestras vidas.
Ya conocíamos la Red Cuidar de la Casa Común y tuvimos la suerte de contar con uno de los miembros fundadores en nuestra comunidad, así que empezamos a reunir un grupo más grande y a reflexionar sobre los pasos a seguir. Organizamos un primer encuentro para toda la parroquia, donde dos jóvenes comprometidos con la encíclica (Beatriz Lisboa y Pedro Franco) vinieron a compartir su testimonio de conversión ecológica y nos contagiaron con su ejemplo. A pesar de este deseo de debatir y aprender sobre las cuestiones medioambientales —que son tantas y tan complejas—, quedó claro que debíamos empezar por estudiar y rezar la encíclica porque, aunque casi todos la habíamos leído ya, éramos conscientes de que una lectura rezada y comunitaria daría más frutos y nos ayudaría a discernir el camino a seguir.
Utilizando los guiones de los focos de conversión ecológica propuestos por la Red, organizamos sesiones mensuales de estudio y lectura de la encíclica. Cada mes estudiamos un capítulo, con preguntas previas para guiar nuestra reflexión en la reunión. Hubo seis reuniones, en un grupo de 12 a 13 personas, algunas más regulares que otras, pero con un núcleo consistente. El intercambio fue rico, profundo y transformador. Compartimos lo que sentíamos que Dios nos pedía en este proceso de conversión interior, los pequeños cambios del día a día, al mismo tiempo que discutíamos temas más complejos y técnicos como los residuos, la gestión del agua, la movilidad, los océanos, la biodiversidad y, tan importante pero tan exigente, el tema del consumo.
Fue hermoso constatar que esta lectura orante también fue trabajando en nosotros un aspecto de LS que a veces se subraya: la contemplación de la creación y el deseo de una vida más sencilla, más tranquila, más centrada en las relaciones. Bendecidos por vivir en una tierra rodeada de montañas y mar, no era difícil contemplar esta belleza, pero intentamos cambiar los hábitos, ralentizando el ritmo de vida y centrándonos más en los demás.
En junio propusimos a la comunidad un «paseo Laudato Si», por la Quinta do Pisão, por la sierra de Sintra. Ese día socializamos, los niños jugaron al aire libre, paseamos y reflexionamos en pequeños grupos sobre los retos de la encíclica. Tuvimos una conversación con el responsable de la granja, que nos mostró la intervención ambiental y social que se ha hecho a nivel local, en un enfoque que intentamos que sea global —porque los grandes problemas ambientales son globales— pero también local, porque es en nuestro entorno donde estamos llamados a intervenir. Esta jornada, que reunió a unas 60 personas de todas las edades, finalizó con una Eucaristía al aire libre que fue un hermoso momento para alabar la Creación y agradecer al Señor las maravillas que hace a nuestro alrededor y en la vida de cada uno.
El futuro de este grupo y su misión están ahora en discernimiento, pero ya es seguro que seguiremos profundizando en este camino, conscientes de que apenas lo hemos iniciado.
Rita Carvalho, RCCC
Fuente: https://www.padresvicentinos.net/
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