“No llores”
1 Cor 12, 12-14.27-31; Sal 99; Lc 7, 11-17.
La de Naín no sólo era una mujer viuda, ahora se ha quedado sin su hijo. Suponemos que, además, no tenía más hijos y que, por lo tanto, dentro del sistema judío, quedaba totalmente desamparada, incapacitada para poseer tierras o percibir remuneraciones.
Saliendo del pueblo, derrotada y devastada por la muerte del hijo, se dispone a enterrarlo y con él todas sus esperanzas. Ahora su vida estaba en manos del goel, una figura hebrea, el pariente más cercano del marido que se responsabilizaba de recuperar terrenos perdidos por deudas, de casarse con la viuda para engendrar descendencia o, de ser el caso, vengar la muerte del difunto.
Entonces llega Jesús con una muchedumbre, una procesión de vida, y por un momento se encuentra con la viuda y su procesión de muerte y llanto. Jesús, sin importar las consecuencias de impureza que representa, toca el féretro. Por primera vez (será la primera de tres resurrecciones en Lucas) se enfrenta a la muerte y la vence sin ningún daño; en un abrir y cerrar de ojos Jesús le devuelve al hijo y se convierte en el goel de la viuda y, en ella, de todo Israel.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Carlos Regino Villalobos E. C.M.
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