“Ha vuelto a la vida”
Ex 32, 7-11; Sal 50; 1Tim 1,1217; Lc 15, 1-32.
Las parábolas de la misericordia no solo hablan del ser humano y de la humanidad, que ha sepultado a Dios para apropiarse de lo que no es suyo, adueñándose de los recursos, los alimentos, los animales, los bosques y los mares, hasta de la vida, la propia y la de otros; para, al final, terminar derrochándolo todo hasta quedar sumido en la miseria por voluntad propia y comiendo con los cerdos.
Estas parábolas también hablan de Dios, tratan de su relación con su pueblo. ¡Qué paciencia, qué fidelidad, qué perseverancia y qué ternura las de Dios! ¿Quién deja cien ovejas para ir por una o busca monedillas insignificantes o perdona al hijo insolente? Solo quien ama. ¡Y vaya con qué clase de amor! Un amor que procede de quien reconoce el verdadero valor de lo creado, aquel que sabe el destino final de todo cuanto existe y que sigue esperando de nosotros, como humanidad, lo mejor. Amor que se resume en un abrazo lleno de dolor, de perdón y de esperanza; un abrazo capaz de decirlo todo y donde la fiesta sale sobrando.
Ojalá nosotros deseemos nuestra salvación con la misma intensidad con que el Padre la desea y la posibilita.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Carlos Regino Villalobos E. C.M.
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