“Por obra del Espíritu Santo”
Rom 8, 28-30; Sal 12; Mt 1, 18-23.
Seguramente alguna vez te has preguntado:
¿Para qué vine al mundo? ¿Qué tiene preparado Dios para mí? ¿Cuál es la razón de mi existencia? Bueno, si no te lo has preguntado es un buen momento para hacerlo, porque la Virgen María es un ejemplo de lo que Dios tiene preparado para todos y cada uno de nosotros.
En un pequeño e insignificante pueblo, Nazaret, nació una mujer ordinaria, una campesina que viviendo en el anonimato se convirtió en portadora de una noticia de salvación enorme, capaz de transformar al mundo entero. Una virgen campesina que se vuelve fecunda en Dios y da a luz al Todopoderoso.
Dios espera eso mismo de nosotros, los pobres y los desposeídos: que quienes vivimos en una vida aparentemente insignificante, seamos capaces de transformar nuestra realidad y el mundo entero. Los pobres nos volvemos fecundos en Dios y damos a luz una vida nueva llena de abundancia.
La Natividad nos enseña que todos estamos predestinados a ser fecundos por la acción del Espíritu Santo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Carlos Regino Villalobos E. C.M.
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