“Levántate y ponte en medio”
1 Cor 5, 1-8; Sal 5; Lc 6, 6-11.
Casualmente ese día en la sinagoga había un hombre con la mano seca. ¿Y si no fuera la mano? ¿Si fuera el corazón?, ¿o los ojos sin brillo? ¿o los pies sin fuerza? ¿o la vida sin ganas?
Ese hombre somos nosotros que casualmente llegamos al drama de la existencia, y nos encontramos ahí en una discusión “sin ton ni son”, sin tomar partido, dejando que todo pase, con las manos inmóviles frente al sufrimiento del otro, con el corazón empolvado de tristeza, con la ojos incoloros y perdidos, con los pies torcidos y atolondrados, o con una vida sin sentido arrojada a la casualidad. Secos. ¿Por qué? ¿Por el miedo, el dolor, la tristeza, el pecado?
De pronto un grito fuertísimo nos espabila desentumiéndonos: ¡Levántate! Cuando nos damos cuenta, es demasiado tarde, ya estamos en medio; no somos espectadores sino protagonistas. Entonces viene el mandato: ¡Extiende tu mano, alza tu corazón, enternece tu mirada, prepara los pies para correr y la vida para entregarla!
El hombre de la sinagoga lo hizo al escuchar la voz de Jesús. Extendió la mano, quedó restablecido…
¿Y tú?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Carlos Regino Villalobos E. C.M.
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