“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el reino de los cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quieren”
2 Tes 1, 1-5. 11-12; Sal 95; Mt 23, 13-22.
Los escribas eran los hombres letrados del pueblo de Israel, conocían las Escrituras y solían ser de la clase rica. Los fariseos eran los hombres que conservaban las tradiciones del pueblo, escrupulosos en el cumplimento de la ley. Ambos grupos se confrontaron con Jesús, cuya predicación les parecía que atentaba contra lo que ellos más veneraban: la ley y las tradiciones.
No lograban concebir que Jesús, siendo un pobre artesano venido de Nazaret, fuera el portador del mensaje de Dios. No era el tipo de persona que esperaban para dar independencia y grandeza al pueblo, conquistado por el Imperio Romano.
Por su parte, Jesús no buscaba derrotar al Imperio, no estaba organizando un levantamiento armado para luchar por la soberanía de su país. Hablaba de romper la dureza del corazón y dejar entrar a Dios, invitaba a emprender un cambio, una conversión que hiciera posible una sociedad nueva, con cabida para la justicia y la compasión. Pedía hacerse como niños para ver la acción de Dios y confiarse sólo en Él.
María, reyna del cielo, ayúdanos a ser fieles a tu hijo Jesús.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Hilario Sarabia Granados, diácono permanente
0 comentarios