“Señor, ábrenos; y él les dirá: –No sé quiénes son“
Is 66, 18-21; Sal 116; Heb 12; 5-7. 11-13; Lc 13, 22-30.
Recibir esta respuesta a nuestra llamada por parte del Señor, en nuestro encuentro definitivo, sería una tragedia. ¿Cómo nos podría pagar de ese modo? ¿Cómo podría ser que Él, siendo misericordioso, nos deje fuera de su casa? ¿O será que nunca lo conocimos?
Lo trágico también apunta a haber hecho de nuestra vida un autoengaño, haber creído que compartíamos sus ideales, sus luchas, sus esperanzas, cuando en realidad nunca lo hicimos.
¿Será cierto que podemos autoengañarnos, decirnos cristianos, sentirnos seguidores suyos, pero no practicar la misericordia, que es lo que define a Jesús y deberá definir a los que creemos en él?
“No te conozco…” ¿Cuándo me visitaste en los enfermos? ¿Cuándo me diste de comer en los hambrientos? ¿Cuándo sentiste compasión por los más débiles? ¿Cuándo trabajaste por y junto con los pobres para lograr levantarlos? ¿Cuándo cuidaste la casa común y la vida de la que eras parte y no dueño…?
En fin, una lista larga para revisarnos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Hilario Sarabia Granados, diácono permanente
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