“El Señor habitará en la tierra”
Ez 43, 1-7; Sal 84; Mt 23, 1-12.
En nuestro bautismo nos convertimos en templos vivos del Espíritu Santo. Casi podríamos ver –como Ezequiel en la primera lectura– la gloria de Dios purificando y llenando ese templo donde quiere habitar para siempre.
Sin embargo, si nos descuidamos, podemos volvernos como los escribas y fariseos del evangelio, que saben mucho de Dios, pero no lo aman. Incluso queremos que los otros hagan lo correcto, pero nosotros ni siquiera nos esforzamos.
Cuántas veces hemos oído a nuestros gobernantes decir que buscan el bien del pueblo y de los más pobres, pero sus acciones parecen mostrar lo contrario; o incluso nosotros mismos, queremos que nuestros niños no mientan ni caigan en ciertos errores, pero nosotros lo hacemos.
El mensaje que damos es bueno, porque viene de Dios, pero nuestros actos le quitan ese valor. Por eso la Palabra de hoy nos invita a ser congruentes y a vivir en la humildad y el servicio.
María, la esclava del Señor, la joven de Nazareth nos mostró, con su vida, lo que Jesús nos dice hoy: El primero entre ustedes será el servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Hilario Sarabia Granados, diácono permanente
A veces en las parroquias se impone la burocracia, se cargan fardos pesados al pueblo que solicita sacramentos, como dice el Papa Francisco se vuelve una aduana de la gracia. Son los pecadores quienes necesitamos médico no los perfectos.