“Demos gracias a Dios, porque nos ama”
Ez 37, 1-14; Sal 106; Mt 22, 34-40.
Una vez alguien me contó que un músico famoso, que había caído en la drogadicción, declaró que el amor y los cuidados de su portera, que lo encontró tirado en la calle, fue lo que salvó su vida.
Hoy Ezequiel nos ratifica esto al contarnos cómo el Espíritu de Dios (amor) es capaz de dar vida a un montón de huesos secos.
¿Y cómo voy a recibir y a corresponder a este amor? Jesús nos da la respuesta al decirnos que el mandamiento principal es: “Amarás al Señor nuestro Dios con todo el corazón, con toda tu alma, con todo el ser” y “amar al prójimo como a uno mismo”. Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas. La justa medida.
Dios ya me amó, me sigue amando y me lo demuestra a cada momento al mandarme su Espíritu y regalarme vida, y yo ¿qué hago con esa vida que me da? ¿Vivo de verdad o soy cómo el montón de huesos secos que vio Ezequiel?
Gracias Padre por el amor y la ternura que me das. Lléname de tu Espíritu que renueva y da vida a su paso, para devolverte un poquito de ese amor en todos los que me rodean. Bendito y Alabado seas mi Señor.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Hilario Sarabia Granados, diácono permanente
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