“Para los hombres es imposible, para Dios todo es posible”
Ez 28, 1-10; Deut 32; Mt 19, 23-30.
Cuando la vida del hombre es tocada por la enfermedad, por una crisis, por un terremoto… es donde nos damos cuenta de lo frágiles y pequeños que somos y de lo necesitados que estamos de Dios. A eso se refiere hoy el evangelio cuando nos habla de la dificultad del rico de entrar en el Reino de los Cielos. La riqueza no sólo se refiere al dinero, también al poder, al conocimiento, a las cualidades. Todo ello nos puede llevar a creernos autosuficientes y olvidarnos de Dios.
Gran mentira, pues todo lo que tenemos: vida, familia, amigos, conocimientos, trabajo, etc. es don gratuito del amor de Dios, quien nos da todo con generosidad para que los compartamos con los demás y de esta manera ganemos amigos en la tierra y tesoros en el cielo.
Esta vida hermosa y maravillosa es un regalo que nos prepara para la vida eterna y en la medida en que nos gastamos y desgastamos en ésta, nos vamos encaminando a la otra. Dios no se queda con nada, todo lo multiplica en la medida en que nos damos.
Señor no permitas que olvide que todo lo que soy es gracias a tu amor. Dame fuerza para saber darme a los demás.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Hilario Sarabia Granados, diácono permanente
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