“Tengan ceñida la cintura y encendidas las lámparas“
Sab 18, 6-9; Sal 32; Heb 11, 1-2. 8-19; Lc 12, 32-48.
El evangelio nos llama hoy a estar preparados; no por un momento o por un tiempo más o menos largo, más bien nos llama a hacer de esa preparación un estilo de vida.
¿Preparados para qué? Para recibir a Jesucristo, nuestro Señor, de un modo definitivo en nuestra vida y en la historia. La objeción inmediata puede radicar en creer que nunca llegará, que nos quedaremos esperando. No es así, su palabra no nos puede defraudar.
Este estar preparados no es un llamado a vivir en constante angustia, ese no sería el ritmo natural y espontáneo que debe marcar nuestro día a día. Se trata de un modo de ser y de estar en el mundo, asumiendo los mismos sentimientos de Cristo, de los que San Pablo nos invita a revestirnos.
Mantener encendida nuestra lámpara quiere decir luchar para no permitir que nos confundamos con la oscuridad; nuestra luz tiene que ver con el trabajo que procuramos para proteger la vida, de la que somos parte y no dueños.
“Todavía no es nuestro lo que tenemos que cuidar”, decía Facundo Cabral.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Hilario Sarabia Granados, diácono permanente
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