“Explícanos la parábola de la cizaña”
Jer 14, 17-22; Sal 80; Mt 13, 36-43.
Esta parábola nos habla de la gran paciencia y misericordia de Dios, quien nos da todo este tiempo de espera hasta que se lleve a cabo el juicio. Si somos cizaña Él nos da todo este tiempo para pensarlo y convertir nuestro corazón en semilla de trigo, es decir, en alimento bueno para los demás. Jesús nos lo enseña al convertir ese pan de trigo en su cuerpo, que luego nos da en alimento que nos da la vida eterna.
Nosotros también nos podemos convertir en alimento para los demás, como lo hacen los padres que, con su esfuerzo y su trabajo, se hacen pan para sus hijos. Lo mismo podemos hacer todos nosotros a través del servicio y la caridad para con nuestros hermanos. Sabemos que los pobres no son ningunos “angelitos”, San Vicente ya nos lo advertía cuando decía: “Entre más sucios estén y más groseros sean, tanto más deberás darles tu amor porque sólo por tu amor te perdonarán el pan que tú les des”.
Pidamos al Señor que llene nuestro corazón de su caridad para amarlo y reconocerlo en la persona de los pobres y nos haga un pan tierno y sabroso para ellos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silvia Bermea Ordóñez HC.
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