Is 38, 1-8; Is 38; Mt 12, l-8.
A medida que avanzamos en la lectura del evangelio nos damos cuenta que van creciendo las hostilidades de los fariseos contra Jesús, casi se vuelven espías de sus movimientos y de sus palabras.
Ahora lo critican porque permite que sus discípulos arranquen espigas de trigo en sábado para comer; y no sólo lo permite, incluso los defiende. Para Jesús lo importante es la persona y sus necesidades, todo lo demás está puesto a su servicio; para los fariseos el precepto del sábado estaba sobre la situación del enfermo o del hambriento. Jesús termina diciendo que él es mayor que el Templo y Señor del sábado.
En una ocasión, un catequista me dijo que no iba a ir a Misa el domingo porque tenía que ir al campo. Yo lo cuestioné, pero él me contestó: no hermana, voy a ir al campo de un enfermo que no ha podido hacer nada en toda la semana. Yo, tercamente, le dije que era domingo, que la misa era importante y él me contestó con una frase de San Vicente que yo misma le había explicado: ¿Qué no es esto dejar a Dios por Dios? Naturalmente me calló la boca como Jesús a los fariseos. ¡Qué claro tenía que al Dios que dejaba de alabar en la Eucaristía era el mismo Dios con quien se iba a encontrar al servir a su hermano! ¿Fue farisea mi actitud? ¡Claro que sí! Que Dios nos perdone.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silvia Bermea Ordóñez HC.
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