Am 9, 11-15; Sal 86; Mt 9, 14-17.
El evangelio de hoy nos presenta a los discípulos de Juan cuestionando a Jesús sobre el ayuno de sus discípulos: “¿Por qué nosotros y los fariseos sí ayunamos y tus discípulos no?”. Jesús les contesta:
“¿Pueden los discípulos del novio estar tristes mientras el novio está con ellos?”. Aquí Jesús se muestra como el novio del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia; quiere que vivamos en fiesta, pues el Reino de Dios ha llegado a nosotros con su venida.
Y les habla del vestido viejo y la tela nueva, no se pueden juntar, pues la tela nueva, al encoger, rompería el vestido viejo. También habla del vino nuevo que no se puede poner en odres viejos pues el vino nuevo terminaría por romperlos, y termina: “A vino nuevo odres nuevos”.
Ese vino nuevo es Jesús, que alegra el corazón de los hombres con su nueva manera de ver las cosas, de ver a Dios como Padre que nos ama a todos. La Iglesia es ese maravilloso contenedor, ese “odre nuevo” que tiene el poder de convertir el vino en la sangre de Jesús, esa sangre bendita que llega a ser el sacramento de nuestra fe y con la que el Padre Dios nos firma su alianza de hacer de nosotros sus hijos y de ser para nosotros un Padre.
Señor Jesús ayúdanos a descubrir la novedad de tu Reino.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silvia Bermea Ordóñez HC.
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