“No juzguen y no serán juzgados”
2 Re 17, 5-8.13-15.18; Sal 59; Mt 7, 1 -5.
uién de nosotros no se ha acercado al confesionario para pedir perdón por sus juicios, críticas y comentarios negativos hacia el prójimo? Si nos detenemos a reflexionar, tendremos que reconocer que ha sido muy difícil vivir sin juzgar. Las palabras de Jesús en el evangelio nos piden darnos cuenta que no somos perfectos y que necesitamos caminar en la humildad, buscando el perdón y la misericordia de Dios y de los demás.
¿Cuántas veces juzgué en mi vida teniendo una viga en mi propio ojo y, al final, el tiempo me terminó enseñando cuánto me había equivocado? ¿Cuántas veces perdí el tiempo hablando de otros, cuando no podía yo con mi propia vida? ¿Cuánto dañé a los otros por decir cosas que pensaba y que, aun siendo verdad, no ayudaron en nada?
No juzgar nos hace bien y nos conduce lentamente a la humildad; y los humildes son los hijos predilectos del Padre Dios. Son los más felices, viven sin tensiones. Felices los humildes, felices los que se van haciendo humildes por no juzgan a nadie. Felices los que no se creen con derecho a andar hablando de los demás. Busquemos corregirnos a nosotros mismos, para que un día podamos tener el corazón limpio, y ayudemos a otros a ver más claro.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Benjamín Romo Martín C.M.
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