“Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?… Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”
Hech 25, 13-2; Sal 102; Jn 21,15-19.
Es bueno ver lo que pasó antes de esta escena. Muchas veces dialogaron Jesús y Pedro. ¡Cuántas veces Pedro le planteó sus propias propuestas y sus profundos deseos humanos de salvarlo! Le propone no ir a Jerusalén, donde le va a negar tres veces. Ese será el momento en que Pedro termine quebrándose y llorando amargamente su traición al Amigo.
¡Cuántos pensamientos y sentimientos habrán pasado por la mente y el corazón de Pedro! Tristeza, por su cobardía, sus planes humanos… Pero allí, a la orilla del lago, Jesús resucitado sale a su encuentro, y con el brazo sobre su hombro y paseando tranquilamente por la rivera del lago, le hace tres preguntas, que le llevarán a borrar aquellas tres negaciones: Pedro, ¿me amas?
Es impresionante la humildad de Pedro: Tú sabes que te amo. ¡Qué bello proceso de auténtica conversión la de Pedro! Qué equivocado estaba cuando, antes de la pasión, le dijo: ¡Te seguiré! Ahora Pedro ha reconocido sus limitaciones, su pobreza. Al hacerse débil entró en él la fuerza del amor de Jesús resucitado. Ahora sí, Jesús puede contar con él, y por eso le dirá: ¡Ahora sí, sígueme!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Benjamín Romo Martín C.M.
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