Jesús, es de noche y tú me sigues esperando.
Miro tus ojos cansados que brillan cuando te estoy hablando.
Perdona mi cansancio, mi falta de tiempo y mi mediocridad,
mi corazón se estruja porque tú me esperas y soy tu prioridad.
Hablarte a ti es sentarme a tu lado y coger tus manos en un rezo profundo.
Líbrame de los malos pensamientos y aclara mi mente cuando me confundo.
Dame fuerzas para no dormir y terminar mi oración
Padre amado, Tú eres el camino perfecto para mi salvación.
¿Cómo no amarte? ¡Cómo no adorarte, mi Señor de Señores!
Si en la cruz pensaste en mí y soportaste todos los dolores.
Tu muerte es una promesa de amor eterno.
Sálvame, cuídame y lanza al enemigo al infierno.
¿Cómo no amarte? ¡Cómo no adorarte, mi Señor de Señores!
Si antes que naciera, pintaste para mí un mundo de colores.
Tú amor infinito me envuelve y me acaricia el alma,
me arrodillo ante ti y todo mi ser encuentra la calma.
¿Cómo no amarte? ¡Cómo no adorarte, mi Señor de Señores!
Si Tú eres dulce melodía que arrasa con mi dudas y temores.
Tu amor llega a mí como suave rocío de las mañanas,
lo más hermoso de este mundo es saber que Tú me amas.
Gracias por el don de la vida, mi buen amigo que nunca falla.
Gracias porque nunca me dejas sola, vaya donde vaya.
Dios misericordioso, estrella de luz, envía a tu Espíritu Santo
y qué en este dulce descanso, María me cubra con su sagrado manto.
Diana Rocio Ormeño Arguedas.
Voluntariado Vicentino de Pisco/AIC, Perú.
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