“Mientras Jesús los bendecía fue llevado al cielo»
Hech 1, 1-11; Sal 46; Ef 1, 17-23; Lc 24, 46-53.
Jesús se va, pero esta vez no deja un vacío. Hasta ahora su presencia era física, exterior, ahora su presencia será en lo íntimo de cada persona. Además, nos deja el Espíritu Santo para que esté con nosotros, nos acompañe y guíe.
Por primera vez y para siempre hay un hombre, un cuerpo humano, a la derecha del Padre. Este hombre, Jesucristo, conserva para siempre sus llagas redentoras, que ahora son gloriosas. Nuestros pecados y sufrimientos están sanados y ya podemos amar en plenitud; ahora podemos ser vida en comunión con él y con la humanidad.
Esto es un proceso: comienza en el momento de la gestación de cada persona y va creciendo con la ayuda de los papás, los catequistas, la comunidad. Es un crecimiento que hay que “sudar”, cuesta, es libre, amoroso, conducido por el Espíritu; y llegará a su plenitud en el Cielo.
¿Quieres crecer y ayudar a crecer? ¡Ánimo, Jesús está en ti, búscalo en el silencio de tu corazón! El
Espíritu te conduce, aprende a escucharlo como aprendiste a hablar, a caminar. Aprende a “salir” de tus límites, a ser discípulo y misionero. Es una aventura apasionante y liberadora.
(Puedes oír en YouTube: Jesucristo es pura vida).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: María Luisa Fuentes Quesada HC
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