El Concilio Vaticano II fue una verdadera manifestación del Espíritu Santo para toda la Iglesia. La posibilidad de compartir experiencias, inquietudes, visiones de todos los rincones de la tierra y ponerlo todo en común, analizarlo a la luz de la Palabra, de la Tradición, y dentro del contexto de la sociedad actual, fue un ejercicio realmente enriquecedor y refrescante. Tanto, que los Obispos que participaron en el Concilio comenzaron a expresar su deseo de que dicha experiencia fuera más frecuente y continua. Es así como el Papa Paulo VI, que había participado en el Concilio y que, antes de que éste concluyera, asumió el Pontificado en lugar del Papa Juan XXIII, en septiembre de 1965 creó el “Sínodo de los Obispos”, una institución permanente para mantener vivo el espíritu de colegialidad, de escucha del Espíritu y de diálogo con el mundo, que se había vivido durante el Concilio. Desde entonces se han celebrado 29 Asambleas Ordinarias del Sínodo. Actualmente está en proceso la número 30.
La palabra “sínodo” se deriva del griego y significa “caminar juntos”. Un Sínodo es un encuentro o asamblea en la que algunos obispos, en representación de todo el episcopado católico, junto con algunos invitados (sin voto) especialistas en el tema que se reflexiona, reunidos con el Santo Padre, tienen la oportunidad de intercambiar información y compartir experiencias, con el objetivo de buscar soluciones pastorales que tengan validez y aplicación para toda la Iglesia.
El próximo Sínodo será en octubre del 2023, pero ya se está preparando en todas las Diócesis y comunidades del mundo. Su tema es: “Por una Iglesia Sinodal: comunión, participación y misión”. En varios sentidos éste es un Sínodo especial y diferente de todos los anteriores.
— Por su tema. Es curioso, el tema del próximo Sínodo es, precisamente, “la sinodalidad de la Iglesia”. ¿Qué quiere decir esto? Que la Iglesia quiere buscar los caminos, los medios y las herramientas para que todos los bautizados nos sintamos una familia, nos ubiquemos como miembros vivos de un cuerpo. Que todos nos sintamos acogidos, escuchados, tomados en cuenta, desde el cristiano de la comunidad más remota de África o del Amazonas, hasta el arzobispo de una influyente Diócesis del “primer mundo”, o un miembro de la Curia Romana. Que las inquietudes, los problemas, los sueños de todas las realidades donde está presente la Iglesia sean abrazados y atendidos. No más una Iglesia que no escucha a todos, no más una Madre que no comprende la realidad en que viven y caminan sus hijos.
El próximo Sínodo también es novedoso:
— Por su organización. El mismo tema ha exigido un proceso distinto para su realización, pues se pretende recoger todas las voces, a todos los fieles de la Iglesia, de toda su geografía y de todas sus realidades, tan diversas.
Si la intención del papa Francisco es que la Iglesia entera participe en la búsqueda de caminos en pos de la sinodalidad, es decir, para conseguir que de manera real y efectiva todos los bautizados (Papa, obispos, sacerdotes, consagrados y laicos) nos escuchemos, nos alimentemos mutuamente y caminemos juntos en comunión y fraternidad, es necesario garantizar que todos los creyentes puedan tomar parte en el proceso del Sínodo. Para ello se ha diseñado un novedoso itinerario que, en la práctica, significa que el Sínodo no es solo la Asamblea General (prevista para octubre de 2023), sino un camino de dos años, en tres etapas:
1. Fase diocesana (octubre 2021-agosto 2022):
Ya comenzó, y en ella están participando no solo los obispos, sino todo el Pueblo de Dios, desde cada parroquia y comunidad cristiana. El objetivo es la escucha real garantizando que todos los creyentes pueden participar de alguna manera en el proceso.
2. Fase continental (sep. 2022-marzo 2023):
Recogerá todas las reflexiones y conclusiones de las Diócesis y las pondrá en común en cada Continente.
3. Fase universal ~ Asamblea General (oct. 2023):
Los Obispos elegidos y los invitados y expertos se reunirán en Roma para discernir todas las reflexiones del proceso y llegar a conclusiones concretas para abrir caminos para una Iglesia más incluyente y cercana para todos. Las conclusiones las pondrán en manos del Santo Padre.
Todo lo anterior nos habla de esperanza para la Iglesia, de tiempos nuevos que se están forjando. Cuando el mundo entero sigue sumido en esta crisis terrible de la Pandemia, el Espíritu Santo trabaja para que la Iglesia se ponga de pie en medio de las plazas y anuncie y viva la frescura renovadora del Evangelio de Jesucristo.
Sigamos de cerca y colaboremos en este proceso, llenos de esperanza y de optimismo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón Soltero, cm
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